08 julio, 2010

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25 junio, 2010

Algo

A partir de la lectura del alocado blog de mi amigo facultativo George he decidido volver a publicar algo. ALGO. Nada más. No me dan ganas de estar revisando blogs, uno por uno, para tratar de difundir mi mísera opinión sobre tal o cual cosa. No sé. Me aburro fácil. Recalcaría que muy fácil. En fin, sólo escribo algo y es ALGO lo que publicaré.
Ya está. Ya lo hice. Ahora voy a hacer ALGO.

25 junio, 2009

¿Dónde quedó la esencia de cada uno?

¿Dónde quedó la esencia de cada uno? – Florencia Taborda

Sábado por la tarde. Una inmensa puerta se abre de par en par, invitando a la maratón de compras los primeros días del mes. Bolsas, bolsas y mas bolsas, van acompañadas a una mano ya cansada de sostenerlas.

Numerosos stands promocionan las novedades del mercado. Y numerosas son también las cuentas que realiza cada persona, en su cabeza, para poder adquirir los nuevos adelantos.

En la misma sociedad, aunque pareciera otro país, están ellos: los pobres, los marginados, los indigentes. Personas a las que les encantaría ascender, recordando siempre quienes son. Aunque seguramente, se lo terminarían olvidando.

Sin duda, la lucha y diferencia entre clases corrompen la unión de la sociedad, tornándola insatisfecha, individualista, exaltada y en vías de retroceso.

Insatisfecha, debido a que nada le alcanza, nada la conmueve. Nada “llena” a esta cultura del zapping citada por Rojas. Cultura del ya, del ahora. Cultura que busca satisfacer la insatisfacción.

Individualista, porque cada uno mira su propio ombligo. Construye una isla y se olvida de la existencia de los demás. A tal punto de volverse avaro, egoísta, egocéntrico: unos narcisos contemporáneos.

Las diferencias entre clases muestran una sociedad exaltada, debido al comportamiento que toman los hombres. Todos acelerados por alcanzar primeros sus fines –individuales, claro- y sus deseos. No hay lugar para la reflexión, el pensamiento.

Y por último, se encuentra en retroceso porque no llega a una unión. A un pensamiento uniforme. Si no más bien, a proyectos individuales, olvidando los colectivos.

Pues, ¿dónde habrá quedado el dar sin esperar nada a cambio? ¿Dónde estará la esencia de cada uno?

Lipovetsky, en su “Crepúsculo del deber” separa dos tendencias que modelan nuestra sociedad. Por un lado el hedonismo irresponsable, que incita al consumo, explosión del crédito y el endeudamiento. Descalifica al trabajo y contribuye a una marginación de los excluidos de las metrópolis.

El otro hedonismo es integrador para las mayorías silenciosas. Preconiza la gestión racional del tiempo y el cuerpo, el profesionalismo, la obsesión de la excelencia, la realización a través del trabajo: un hombre Light.

Declara una “eclipse social” como una tendencia a la exclusión y a la marginación social.

La sociedad de consumo material avanza a paso doble. Pareciera que la tecnología, la moda, también. Y lo peor, es que no importa si el objeto funciona para su fin. No importa si el celular, por ejemplo, sirva para comunicarse, sino que filme, grabe, reproduzca música y por sobre todo ¡que entre a Internet!

Incluso, hoy es más importante tener algo “ultimo modelo” que cubrir las necesidades básicas. ¿Qué le hizo pensar a la gente que es más importante tener un teléfono que comer?

La felicidad material ha rebajado la exigencia de la obligación moral, y el pensamiento económico, ha aumentado las pasiones egoístas.

Roberto Arlt escribió sobre esta hostilidad de la sociedad. Apreció en sus Pequeños Propietarios grotescos, una evidente disputa entre adinerados y humildes. En una ambición desmedida de querer ser más que el otro. Es una continua lucha entre vecinos.

Arlt apunta un anhelo de estos personajes por querer cambiar la identidad y remite a un conflicto en relación con las posiciones sociales.

Cada personaje quiere llegar una clase más privilegiada, destrozándose y exhibiendo sus rasgos menos humanos a través de la traición y de la hipocresía.

En “El puente”, Gorostiza plantea temas como la intolerancia, la agresión y – por supuesto- las diferencias de clases. Muestra una crisis de la clase media argentina,y el enfrentamiento de dos mundos antagónicos enfrentados: la calle y la casa. Los personajes son totalmente actuales: los de la casa, refinados, con un deseo insostenible de dinero, metidos en sí mismos, en sus asuntos, en sus problemas. Y los de la calle, opacados por la situación económica, pero con un espíritu de solidaridad.

Gorostiza, a lo largo de su obra, trata de reivindicar a los personajes de la calle, mientras opaca a los de la casa, a pesar de que la tragedia de ambos es la misma.

Quizás necesitemos de estas diferencias para darnos cuenta lo valioso de cada uno. Quizas no.

Mientras tanto, hablamos de ricos y pobres, de chetos y negros. De clase baja, media y alta. Y no reconocemos al otro como ser humano.



Florencia Culiperina.-

19 junio, 2009

Ventanas Iluminadas

Con sus enormes ojos marrones se levantó de una larga siesta que lo ha dejado sin sueño. Y se paró delante de la ventana de marcos de madera. En realidad, ese día no había tenido ni el más mínimo bostezo.

Se había despertado temprano para ir a buscar lo que había encargado dos semanas atrás. En ese tiempo medio, justo antes de levantarse, su cabeza había tenido una regresión de pocos años atrás. Recordaba el primer día que la vio y sus rizos colorados que bailaban con el viento frío de invierno; la primera salida; las primeras caricias y el sinfín de primeros besos. Hasta incluso, mechaba sus recuerdos con imágenes algo menos alegres, como la atormentada pelea familiar, siendo ella, el centro del huracán.

Se abrigó con su sacón negro de paño. Y salió a la calle recordando la dulce voz de la meteoróloga del canal treinta y dos, que repetía incesantemente los tres grados de temperatura.

Llegó al local donde había hecho en encargue, peo se dio cuenta que era temprano. Faltaban aún treinta minutos para que la joyería de la avenida principal abra sus puertas de vidrio trabajado. No se desesperó. Esperó ansiosamente sentado en un banco, tratando que el tiempo pase rápido. Pero no sucedió. Volvió a recordar las mismas imágenes de unas horas atrás, pero esta vez, con la marcada presencia de esa pelea con su familia.

Consultó su reloj y se dio cuenta que ya había llegado la hora de buscar el par de alianzas de oro blanco. Se las había encargado a la dueña de la joyería, persona que conocía bastante. La mujer de cabello oscuro y tez bronceada, fue a buscar el pedido silenciosamente. Como si mantuviera un secreto. Regresó con un sobre blanco que llevaba escrito el nombre “Pedro”. El reconoció rápidamente esa perfecta caligrafía, y se retiró del local con el sobre entre sus manos.

Pedro se encontraba bastante desconcertado. No sabía porque su futura mujer había retirado las alianzas y dejado una carta para él.

Pensó que era un juego, pero al leer el amarillento papel se dio cuenta que no lo era: la que ahora podría haber sido su esposa lo dejaba. U lo dejaba de la peor manera. No había tenido el coraje de decírselo personalmente, ni siquiera por teléfono. Sólo por medio de un viejo papel, que en algún momento había sido blanco. Quizás guardaba el secreto por varios años, quizás solo tenía miedo.

Pedro, volvió a su departamento totalmente furioso, con bronca. Sus ojos, que ala mañana se despertaron iluminados, ya al mediodía denotaban ira. Aunque el mismo sabía que no estaba enojado, sino triste. La tristeza recorría su cuerpo, como la sangre circulaba por sus venas. Incluso cuando se levantó de aquella no tan profunda siesta, sentía como la melancolía paseaba por su ser.

Se paró delante de la ventana a oscuras, y contempló los autos, los pocos negocios, la calle y los vecinos que la recorrían. Esperaba ver a su amada por la misma calle, con los mismos vecinos. Le pediría explicaciones. Explicaciones que luego serían excusas.

Pedro hace un mes que espera a María, junto a la ventana, con la luz apagada.

La Prodigiosa tarde de Baltazar

La Prodigiosa tarde de Baltazar” es un cuento de Gabriel García Márquez sobre el acontecimiento ocurrido a un hombre de escasos recursos. El escrito describe una situación un tanto desconcertada por parte del protagonista.

Baltazar, caracterizado de desprolijo, es un artesano y carpintero de 30 años que, durante el transcurso del relato, hace y decide vender una jaula a un niño. Baltazar no se había dado cuenta, pero lo que hizo era “era la jaula más bella del mundo”.

Al llevar la jaula terminada a la casa del pequeño, el padre de este pide que se la lleve. No la iba a pagar.

Pero Batazar, al ver el rostro y la pena del niño, decide tener un gesto noble y se la obsequia igual. Las personas presentes en ese semi-cuadro familiar deciden festejar con Baltazar dado que había respetado sus palabras: la jaula era para el pequeño Montiel y para nadie más.

Esa noche, el carpintero invita a beber a todas las personas al salón de billar y bebe por primera vez en la vida. Paralelo a esto, su señora lo esperaba en la casa.

Baltazar termina dormido en la entrada del salón, sin sus zapatos. Pero no quería abandonar su sueño. Mientras tanto, las personas que caminaban lo creían muerto.

¡Cuántos "Baltazares" hay en el mundo! ¿No?

09 octubre, 2008