25 junio, 2009

¿Dónde quedó la esencia de cada uno?

¿Dónde quedó la esencia de cada uno? – Florencia Taborda

Sábado por la tarde. Una inmensa puerta se abre de par en par, invitando a la maratón de compras los primeros días del mes. Bolsas, bolsas y mas bolsas, van acompañadas a una mano ya cansada de sostenerlas.

Numerosos stands promocionan las novedades del mercado. Y numerosas son también las cuentas que realiza cada persona, en su cabeza, para poder adquirir los nuevos adelantos.

En la misma sociedad, aunque pareciera otro país, están ellos: los pobres, los marginados, los indigentes. Personas a las que les encantaría ascender, recordando siempre quienes son. Aunque seguramente, se lo terminarían olvidando.

Sin duda, la lucha y diferencia entre clases corrompen la unión de la sociedad, tornándola insatisfecha, individualista, exaltada y en vías de retroceso.

Insatisfecha, debido a que nada le alcanza, nada la conmueve. Nada “llena” a esta cultura del zapping citada por Rojas. Cultura del ya, del ahora. Cultura que busca satisfacer la insatisfacción.

Individualista, porque cada uno mira su propio ombligo. Construye una isla y se olvida de la existencia de los demás. A tal punto de volverse avaro, egoísta, egocéntrico: unos narcisos contemporáneos.

Las diferencias entre clases muestran una sociedad exaltada, debido al comportamiento que toman los hombres. Todos acelerados por alcanzar primeros sus fines –individuales, claro- y sus deseos. No hay lugar para la reflexión, el pensamiento.

Y por último, se encuentra en retroceso porque no llega a una unión. A un pensamiento uniforme. Si no más bien, a proyectos individuales, olvidando los colectivos.

Pues, ¿dónde habrá quedado el dar sin esperar nada a cambio? ¿Dónde estará la esencia de cada uno?

Lipovetsky, en su “Crepúsculo del deber” separa dos tendencias que modelan nuestra sociedad. Por un lado el hedonismo irresponsable, que incita al consumo, explosión del crédito y el endeudamiento. Descalifica al trabajo y contribuye a una marginación de los excluidos de las metrópolis.

El otro hedonismo es integrador para las mayorías silenciosas. Preconiza la gestión racional del tiempo y el cuerpo, el profesionalismo, la obsesión de la excelencia, la realización a través del trabajo: un hombre Light.

Declara una “eclipse social” como una tendencia a la exclusión y a la marginación social.

La sociedad de consumo material avanza a paso doble. Pareciera que la tecnología, la moda, también. Y lo peor, es que no importa si el objeto funciona para su fin. No importa si el celular, por ejemplo, sirva para comunicarse, sino que filme, grabe, reproduzca música y por sobre todo ¡que entre a Internet!

Incluso, hoy es más importante tener algo “ultimo modelo” que cubrir las necesidades básicas. ¿Qué le hizo pensar a la gente que es más importante tener un teléfono que comer?

La felicidad material ha rebajado la exigencia de la obligación moral, y el pensamiento económico, ha aumentado las pasiones egoístas.

Roberto Arlt escribió sobre esta hostilidad de la sociedad. Apreció en sus Pequeños Propietarios grotescos, una evidente disputa entre adinerados y humildes. En una ambición desmedida de querer ser más que el otro. Es una continua lucha entre vecinos.

Arlt apunta un anhelo de estos personajes por querer cambiar la identidad y remite a un conflicto en relación con las posiciones sociales.

Cada personaje quiere llegar una clase más privilegiada, destrozándose y exhibiendo sus rasgos menos humanos a través de la traición y de la hipocresía.

En “El puente”, Gorostiza plantea temas como la intolerancia, la agresión y – por supuesto- las diferencias de clases. Muestra una crisis de la clase media argentina,y el enfrentamiento de dos mundos antagónicos enfrentados: la calle y la casa. Los personajes son totalmente actuales: los de la casa, refinados, con un deseo insostenible de dinero, metidos en sí mismos, en sus asuntos, en sus problemas. Y los de la calle, opacados por la situación económica, pero con un espíritu de solidaridad.

Gorostiza, a lo largo de su obra, trata de reivindicar a los personajes de la calle, mientras opaca a los de la casa, a pesar de que la tragedia de ambos es la misma.

Quizás necesitemos de estas diferencias para darnos cuenta lo valioso de cada uno. Quizas no.

Mientras tanto, hablamos de ricos y pobres, de chetos y negros. De clase baja, media y alta. Y no reconocemos al otro como ser humano.



Florencia Culiperina.-

1 comentario:

Pequeña Esquimal dijo...

Es muy lindo lo que escribiste :)
Futuras periodistas... oh yeah!

Te adoro flo. y te extraño horrores.